Como lo prometido es deuda, aquí os dejo la leyenda da Virxen da Barca.
A pie de mar, a escasos metros de donde la aguas de la Costa da Morte baten sus fuertes olas, se sitúa el Santuario de Nosa Señora da Virxe da Barca. Se localiza en la bocana de la Ría de Camariñas, en frente del Cabo Vilano. Se accede al templo desde la población marinera de Muxía por el camino llamado Camiño da Pel (Camino de la piel), que bordea el Monte Corpiño. En esta vía se encontraba una fuente donde los peregrinos solían lavarse antes de visitar el famoso santuario. Estamos ante uno de los santuarios marianos más importantes de Galicia, debido a su gran número de devotos y a su antiguedad, ya que sus orígenes se pierden en el tiempo.
Cuenta la leyenda que la Virgen vino a este lugar en una barca de piedra para dar ánimos al apóstol Santiago. Y de ahí, las famosas piedras que se sitúan muy cerca del mar. Según la tradición forman parte de esa barca de piedra en la que llegó la Virgen.
Alrededor de ellas circulan numerosos ritos e historias mágica: la más conocida es la «Pedra de Abalar». Dicen que se mueve cuando quiere. A veces se colocan muchas personas encima y no se balancea y otras se balancea sola. Su movimiento premoniza alguna desgracia o tiene capacidades adivinatorias. Pero a finales de la década de los 70 un rayo rompió la piedra y un fuerte temporal la movió. La arreglaron hasta en cuatro ocasiones… aún así, menear la piedra de ‘abalar’ hoy en día es misión imposible pero sigue siendo un gran atractivo para los visitantes que no desisten en su empeño.
Otra de las piedras más populares es la «Pedra dos Cadrís», con forma de riñón. Según la leyenda, alivia y cura enfermedades de riñón, de espalda y de cabeza. Eso sí, para que surja efecto hay que pasar nueve veces por debajo de ella.
También descubrimos la «Pedra do Timón», por su similitud con el timón de un barco.
Y la «Pedra dos Namorados» donde las parejas se juran amor eterno.
Desde 2003, dos enormes bloques de piedra separados por una grieta nos recuerdan ese chapapote que pintó de negro A Costa da Morte. Es el monumento bautizado con el nombre de «a ferida» (La herida) en memoria de la catástrofe ecológica causada por el ‘Prestige’.
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